Ensayo del libro “Al pueblo nunca le toca”
Colombia
un sinfín de ideales.
Desde
los tiempos más remotos, la patria colombiana se ha visto envuelta en disputas
entre el pueblo y la burguesía. El pueblo, constituido por la parte más humilde
de la sociedad, los que trabajan día a día para conseguir un mejor futuro, los
que se esfuerzan para darle a sus hijos un plato de comida llana, que para
ellos es el fruto del esfuerzo bajo el sol abrazador. Pero, por otro lado, está la burguesía, los
que se hacen llamar “high class.” ¿Acaso la sociedad colombiana no es una sola?
¿O estamos divididos entre los que comen a diario y los que no? ellos son los
que se dice que nacen con una cuchara de oro entre sus labios, pero acuesta de
otros.
Colombia
desde el principio ha estado dividida, tanto como antes de la independencia como después, Pero ¿a quién
le importa? Solo a los que sufren, solo el pueblo puede decir que sabe de la
patria doliente, de la inseguridad, la violencia, la incertidumbre, que se vive
a diario en la Colombia real.
“Al pueblo nunca le toca,” una crítica fuerte
y veraz de los paradigmas de la sociedad colombiana, mostrando las realidades
que en aquella época se manejaba, las diferencias sociales, el sistema
corrupto, una sociedad silenciada por el miedo, que se logra recalcar y sacar a
la luz a través de dos hombres, (Nuestros protagonistas) Casiano y Baltazar. El primero era conservador, con tradiciones y
pensamientos bastante arraigados, sin discursos que le llevasen la contraria,
porque sus ideologías siempre eran defendidas con palabras filosas y bien
dichas.
El
segundo en cambio, entregado al partido liberal en defensa de los derechos
humanos, de su pueblo, quién guardaba intrínsecamente que algún día el pueblo
iba a estar al poder, aunque su amigo y compañero siempre trataba de que entendiera
de que “el poder es para el poder”, de que tenía que poner los pies en la
tierra y darse cuenta de que gane quien gane, las cosas seguirían igual o peor.
Eran amigos entrañables y rivales irreconciliables, que solo compartían
únicamente la pasión por la política echándose al agua el uno al otro,
discutiendo acerca del “gran circo político colombiano.” Por sesenta años el
pueblo estaba pasando por una serie de indignaciones, sufrimiento y engaño. Sin
embargo, estaba esperanzado en un futuro mejor y tenía la plena seguridad de
que sus votos podrían ayudar, para que un mejor dirigente llegara al poder e
hiciera el cambio que con tanta ansia esperaba.
¿Cuándo
llegaría realmente la reforma que necesitaba el pueblo? ¿Cuándo el voto del ciudadano
colombiano tendrá el valor suficiente para hacer un cambio necesario? ¿Cuándo llegará
el día, en que la patria colombiana será una? ¿Cuándo el capitalismo dejara de
hacer de las suyas? Llegará cuando las
cadenas de la incertidumbre desaparezcan, cuando las persones se revelen contra
la dominación de aquellos con mentes brillantes para lo infernal, y palabras
dulces al oído.
El chato conservador le decía que “el pueblo era solo
un rebaño de indios analfabetas,” ya que el pueblo se dejaba manipular con
mucha facilidad, por personas de buen léxico, de buena familia, bien vestidas,
que en el fondo solo eran ordinarios de buen nombre. Y es que tenía razón, solo
la educación podía traerle al pueblo el conocimiento suficiente como para poder
defenderse de los lobos que andan al acecho, pero ¿cómo cambiar la mente de un
pueblo mediocre y conformista? ¿cómo cambiar sus pensamientos, cuando a duras
penas se sabe leer y escribir? Es que la buena educación, solo se le da a los
que pueden pagar por ella, porque Colombia a duras penas cumple con su deber,
de brindarle a todo ciudadano el derecho de estudiar, de forma adecuada, no
todos tiene la oportunidad, de adquirirla como debería ser.
Con la llegada de Marco Fidel Suarez en 1918, quien
derrotó las urnas y tenía en crisis al pueblo, fue una de las otras decepciones
de Baltazar, Y ¿cómo no? Si las esperanzas estaban puestas en él, como posible
solución a la inminencia a la redención que necesitaba la población. Luego vino
el gobierno de Pedro Nel Ospina, que satisfacía en gran manera a Casiano por la
hegemonía conservadora que se vivía en ese tiempo y no desaprovechaba la
oportunidad de burlarse de su amigo, quien iba de decepción en decepción.
Para la década de los cuarenta, llegó a perfilarse el
liberal Jorge Eliecer Gaitán, quién representó la esperanza que tanto esperaba
Baltazar y el pueblo colombiano; el cambio por fin llegaría, los pobres serían
menos pobres. Pero no fue el único que se levantó de forma rebelde a decir lo
que pensaba, a abrirle los ojos a los colombianos. Mucho tiempo después, el 24 de octubre de
1960, nació un hombre que mediante el humor, palabras sinceras y cometarios sádicos,
trató de mostrarle a Colombia la realidad. Jaime Garzón, un periodista,
abogado, humorista, y con muchos más estudios, trató de mostrarle a la Colombia
real, que si quería un cambio debía luchar por él.
Fue durante la época de Gaitán, que se desataron
grandes trifurcas que originaron muchos enfrentamientos políticos, que
adquirieron otras dimensiones como lo es el “Bogotazo” que estremeció a
Colombia y cambió la historia del país. Este cambio generó un pueblo violento
que buscaba el poder, aunque no tenía claro hacia donde llegaría y la expresión
de dolor ante la muerte de un hombre que sentían que iba a ayudarles, era
eminente; pero lo sucedido aquella tarde de abril, fue un acto descontrolador e
irracional.
Un desbordamiento que desencadenó la violencia en
Colombia, que tomó muchas otras formas como ataques de los grupos conservadores
y liberales, origen de guerrillas organizadas que concluyo en el periodo de “La
Violencia” a mediados de los cincuenta. ¿Porque la muerte de uno líder del
pueblo tenía que ser la motivación para que las personas se levantaran y
gritaran injusticia? ¿porque algo tan drástico tiene que pasar para que los
colombianos nos pongamos la mano en el corazón, y seamos realmente colombianos?
Por otro lado, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC) se originaron a partir de la desmovilización de los grupos
liberales y así también se inauguró el conflicto armado que se fue multiplicando
con la aparición de la guerrilla. Empezaron en busca de aquello que se les quitó
con la muerte de Gaitán, la posibilidad de una nación más agradable, de más
oportunidades, de más igualdad, de más educación.
Pero no podemos echarle toda la culpa a la elite; no,
porque si nosotros como ciudadanos, no buscamos la forma de hacernos notar, de
hacer que nuestros derechos se reconozcan ¿como pensamos que puede haber un
cambio? No todos nosotros somos como, Baltazar y Casiano, que nos interesamos
con lo que ocurre en las urnas, con los partidos políticos, con lo que ocurre
con nuestros impuestos, ese dinero que le damos a la nación constantemente,
para que haga nuevas estructuras, para que invierta en nuestros jóvenes y
niños, para que se nuestras necesidades sean correspondidas, para que se invierta en educación, la educación que
necesitamos, para poder desarrollarnos como personas, para poder conocer porque
Colombia es un estado democrático, o así dice la constitución, pero ¿si no
tenemos educación como lo sabremos?¿cómo sabremos qué significado tendrá
realmente “democracia” y porque debería importarnos?
Pero, por otra parte, somos bastante conformistas,
porque mientras tengamos un plato de comida en nuestras mesas y estamos “en
nuestra zona de confort” ¿qué importa lo que pasa en el Senado? ¿que importan
las leyes sino para exigirnos? ¿qué importa que hay personas iguales a
nosotros, para nada diferentes, que no tienen que comer? ¿qué importa el
salario mínimo, si me gano dos al mes? ¿qué importa los que no, si yo estoy
bien? ¿qué importa? En Colombia no habrá una reforma si como ciudadanos, como
sociedad, como personas, como país, buscamos un mejor futuro, no para nosotros,
sino para todos.
Es por esto, que Colombia nunca saldrá del circulo
vicioso en el cual estamos inmergidos, por culpa de la elite, que nos manejan
como títeres por no tener con que defendernos y la única forma de hacerlo es
con información, conociendo qué ocurre realmente y no tragando entero. Y es que,
al sentirnos demasiado cómodos, nos conformamos con lo primero que venga,
porque si el presidente X ganó, me ofreció un trabajo entregando tintos, hizo
algo por mí; si me instaló teléfono en la casa, fue el mejor presidente, si me
regalo un mercado del mes, busca lo mejor para todos.
No. Todo eso es un deber, un deber que como ciudadanos
debemos exigir, pero ¿cuándo? Si lo que más importa es que yo estoy bien. Si
los colombianos, nos ponemos la camiseta, (y no de la selección), nos acordaríamos
que vivimos en un país, que todos somos uno; solo ese día me importará el prójimo
y lo que ocurra con él; solo ese día seré (nacionalista-socialista) de lo que
pasa y lo que decidan importa, será cuando Colombia dejara de ser un país
tercermundista.
Por eso el libro, “Al pueblo nunca le toca” no solo es
una crítica que nos ayuda a ver mediante nuestros dos personajes, que la política
colombiana debe cambiar, mejorar y las mejoras no se dan en la constitución o
en las leyes, se dan en nuestra forma de pensar, de actuar, de convivir. Al
pueblo nunca le tocara el poder, porque se justifica diciendo “En Colombia no
hay lideres” ¿como van a existir lideres si nos quedamos de brazos cursados? Y
es que el voto no es suficiente, es un medio de comenzar el cambio, pero no
podemos quedarnos allí, hay que trascender. A veces nos creemos los mejores
ciudadanos, porque fuimos a votar en blanco, (aunque los demás no lo sepan) y
nos quejamos frente a lo que ocurre injustamente. ¿Acaso la Colombia real no conoce
de la tutela? ¿Qué es una revocatoria de mandato? ¿para qué sirve la constitución
y las leyes que están en ella? ¿para qué sirve los entes públicos como la fiscalía,
la registraduría nacional, el organismo electoral? ¿acaso saben que es la
corporación nacional de servicio civil? ¿acaso saben que son las ramas
judiciales? No. Muchos no lo saben, o son ignorantes a ello.
Por
consiguiente, la Colombia real no son aquellos de buen nombre, de altos grados
de educación, aquellos que viven cómodamente (que a duras penas saben que son
las leyes), aquellos que viven a cuesta del esfuerzo de otros. La Colombia real está conformada por los
ciudadanos que viven con indiferencia (en algunos casos) con la política,
porque les parece innecesario, porque dicen “a mí que me importa” porque no
saben el poder que tienen en sus manos, solo por ser llamados colombianos, son
los que viven en pobreza, los que trabajan humildemente, la Colombia Real es el
pueblo, la patria doliente que necesita urgentemente ideales por el cual
luchar.
Voltaire dijo una vez “El único poder es el del
pueblo” y es lo que el autor nos quiso decir en su obra que, aunque las cosas
no mejoren para nuestro decepcionado liberal, o que la indiferencia y conformismos
de nuestro mordaz conservador, Colombia necesita a personas que no se conformen
con el voto o con quejas; que simplemente se mire con apatía las problemáticas que,
a él, también le incumben como ciudadano, como parte de la población
colombiana.
En la constitución a inicios dice: “Colombia
es un Estado social de derecho, organizado en forma de República” así que
cuando el pueblo, entienda que significan esas palabras, y lo importantes que son
para cada uno de nosotros que nacemos en la patria, entenderán que la clase
elite no debería existir y no existe; porque si empezamos a exigir cambios,
desde nosotros mismos, nos daremos cuenta que el pueblo es el que tiene realmente
el poder.
Y solo cuando esto ocurra, dejaremos
de estar en una dictadura disfrazada por compras de votos, a través de falsas
promesas, por las mismas familias de siempre que se encuentran en el poder y
empezaremos a buscar esperanza no en los que están arriba, si no los que están
abajo, con los que convivimos día a día, en personas como Gaitán y Jaime Garzón,
que de forma elocuente buscaban realmente lo mejor para Colombia.
Por este motivo, puedo concluir con
la frase de Mijail Bakunin que dice: “El pueblo, por desgracia, es todavía muy
ignorante y es mantenido en su ignorancia, por los esfuerzos sistemáticos de todos
los gobiernos que consideran esta ignorancia como una de las condiciones más esenciales
de su propia potencia” trato de hacernos entender que siempre habrá agentes que
buscan suprimir al pueblo; es por esto, que para Maquiavelo “la política es el
arte de engañar”.